domingo, 29 de septiembre de 2013

Capítulo XI: Nuestras obras construyen nuestro testimonio y nuestra recompensa celestial dependerá de ellas

¿Quién dijo que las obras no valen para nuestra salvación?
Somos llamados a reflejar la gloria de Dios, el pueblo cristiano es llamado a reflejar la hermosura, gloria y amor en nuestros corazones.
¿Sabes que tú que eres el reflejo de la Gloria de Dios? Eso es lo que significa: ser creados a su imagen y semejanza. Él se muestra a otras personas a través de ti. El mundo podrá sentir amor, bondad, paciencia y experimentar el carácter de Dios a través de ti.
Es por eso que nuestro testimonio debe ser sincero porque al hombre quizá se engañe pero a Dios nadie lo puede engañar. Todo cristiano debe ser ejemplo para la sociedad en la que se relaciona.
Veamos que dice Jesús al respecto en el evangelio de San Mateo (Cap. 7, Vers. 18 al 21): “Un árbol bueno no puede dar frutos malos, como tampoco un árbol malo puede producir frutos buenos.
Todo árbol que no da buenos frutos se corta y se echa al fuego.
Por lo tanto, ustedes los reconocerán por sus obras. No bastará con decirme: ¡Señor!, ¡Señor!, para entrar en el Reino de los Cielos; más bien entrará el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo.”
Pero hay quienes sostienen que las obras no salvan a nadie aun cuando han leído la cita anterior, y yo les pregunto ¿Acaso  nuestras obras no son las que construyen nuestro testimonio? Jesús mismo les preguntó a sus discípulos acerca de su propio testimonio ¿Quién dice la gente que yo soy? Esta pregunta se basa en el testimonio que daba Cristo ante la gente, la respuesta a esta pregunta surgía de lo que se captaba de Jesús.
Veámoslo en el evangelio de San Mateo (Cap. 16, Vers. 13 al 18): “Jesús se fue a la región de Cesárea de Filipo. Estando allí, preguntó a sus discípulos: «Según el parecer de la gente, ¿quién soy yo? ¿Quién es el Hijo del Hombre?»
Respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros que eres Elías, o bien Jeremías o alguno de los profetas.»
Jesús les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro contestó: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo.»
Jesús le replicó: «Feliz eres, Simón Barjona, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos. Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer.
Pedro respondió acertadamente (como lo hubiera hecho cualquiera de los otros discípulos) porque había visto los milagros que brotaban del señor Jesús y, eso, sólo podía hacerlo un supraungido como el mesías.
Las obras de Jesús no sólo abrían las esperanzas a los enfermos y endemoniados para curarse, también daban a entender que Dios le había dado un poder sobrehumano capaz de hacer cosas que ni la ciencia puede explicar. Este era su testimonio, estas eran sus obras, las cuales nosotros estamos llamados a imitar.
Como lo recomienda San Pablo en la carta a los Efesios (Cap. 5, Vers. 2 al 5): “Sigan el camino del amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como esas ofrendas y víctimas cuyo olor agradable subía a Dios.
Y ya que son santos, no se hable de inmoralidad sexual, de codicia o de cualquier cosa fea; ni siquiera se las nombre entre ustedes. Lo mismo se diga de las palabras vergonzosas, de los disparates y tonterías. Nada de todo eso les conviene, sino más bien dar gracias a Dios.
Sépanlo bien: ni el corrompido, ni el impuro, ni el que se apega al dinero, que es servir a un dios falso, tendrán parte en el reino de Cristo y de Dios.”
Cuando decidimos introducirnos al cristianismo debemos ser aún más cuidadosos porque nuestras faltas serán más notorias que antes y habrá muchos ojos encima de nosotros para señalarnos como farsantes. Y es que Cristo mismo nos dice que debemos ser luz en medio de las tinieblas.
Leamos el evangelio de San Mateo (Cap. 5, Vers. 14 al 16): “Ustedes son la luz del mundo: ¿cómo se puede esconder una ciudad asentada sobre un monte?
Nadie enciende una lámpara para taparla con un cajón; la ponen más bien sobre un candelero, y alumbra a todos los que están en la casa.
Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los Cielos.”

Seremos Juzgados por medio de  nuestras obras
La biblia cita en varias ocasiones que toda obra en la tierra será juzgada en el día del juicio final. Pero ¿Qué son nuestras obras? Éstas no son otra cosa que el testimonio de vida de cada persona, por tanto seremos juzgados de manera individual por nuestras propias acciones: El malo será condenado y el justo será regocijado de gloria.
Así puede verse en el libro del profeta Isaías (Cap. 3, Vers. 10): “Digan: «Feliz el justo, pues comerá el fruto de sus obras»; pero: «Pobre del malo, porque le irá mal, y será tratado según las obras de sus manos.»”
Y en el libro del profeta Ezequiel (Cap.18, Vers. 30) encontramos: “Juzgaré a cada uno de ustedes de acuerdo a su comportamiento, gente de Israel, dice Yavé. Corríjanse y renuncien a todas sus infidelidades, a no ser que quieran pagar el precio de sus injusticias.
Pero si ya no vivimos bajo el antiguo pacto y las obras se relacionan con la ley, ¿Cómo es que nuestra salvación depende de nuestras acciones si el nuevo pacto dice que somos salvos por la gracia recibida de nuestro señor Jesús? La respuesta nos indica que aquí no hay ninguna contradicción, en cambio hay una estrecha relación entre obras (testimonio de vida) y la gracia (Fe en Jesús). El que cree en la promesa de Cristo vive como si fuera una réplica suya, por tanto, sus obras necesariamente han de ser buenas.
Esto lo demostramos con la carta de San Pablo a los Gálatas (Cap. 2, Vers. 20 y 21): “y ahora no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Todo lo que vivo en lo humano lo vivo con la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.
Esta es para mí la manera de no despreciar el don de Dios; pues si la verdadera rectitud es fruto de la Ley, quiere decir que Cristo murió inútilmente.
Somos juzgados por obras, pero salvos por la gracia. Guardemos los 10 mandamientos, y no confundamos el juicio con la salvación. Existe una protección especial para lo que obedecemos a Dios, por amor a su hijo Jesús.
Satanás sabe que el alma más débil que es morada por Cristo es más poderosa que los ejércitos de las tinieblas. Sólo podemos estar seguros cuando confiamos humildemente en Dios y obedecemos todos sus mandamientos.
El propio Jesús lo dice en el evangelio de San Mateo (Cap. 12, Vers. 35 al 37): “El hombre bueno saca cosas buenas del bien que guarda dentro, y el que es malo, de su mal acumulado saca cosas malas.
Yo les digo que, en el día del juicio, los hombres tendrán que dar cuenta hasta de lo dicho que no podían justificar. Tus propias palabras te justificarán, y son tus palabras también las que te harán condenar.»”
 Y si aún no se ha entendido podemos leer el libro de Apocalipsis (Cap. 20, Vers. 12): “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante el trono, mientras eran abiertos unos libros. Luego fue abierto otro, el libro de la vida. Entonces fueron juzgados los muertos de acuerdo con lo que está escrito en esos libros, es decir, cada uno según sus obras.
También en la carta a los Romanos (Cap. 2, Vers. 5 al 8), San Pablo sostiene: “Si tu corazón se endurece y te niegas a cambiar, te estás preparando para ti mismo un gran castigo para el día del juicio, cuando Dios se presente como justo Juez. El pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.
Dará vida eterna a quien haya seguido el camino de la gloria, del honor y la inmortalidad, siendo constante en hacer el bien; y en cambio habrá sentencia de reprobación para quienes no han seguido la verdad, sino más bien la injusticia.”
Digamos pues, que la Fe está compuesta de dos partes: La teórica, que se basa en creer en la promesa de nuestro señor Jesús; y la práctica, que se fundamenta en actuar conforme a lo que creemos.
Veamos en la 1ª carta a los Corintios (Cap. 15, Vers. 58): Así, pues, hermanos míos muy amados, manténganse firmes y no se dejen conmover. Dedíquense a la obra del Señor en todo momento, conscientes de que con él no será estéril su trabajo.
En el libro del profeta Ezequiel (Cap.18, Vers. 24) también encontramos: “En cambio, si el justo se aparta de su justicia y se dedica a hacer el mal, si comete las mismas fechorías que cometía el malo, serán dadas al olvido todas las obras de justicia que practicó. Morirá a causa de la infidelidad de la que se hizo culpable y del pecado que cometió.”

Ya hemos dicho que la persona obra bien porque le Fe le impulsa a ello, no porque la ley los obligue. Veamos la carta a los Romanos (Cap. 3, Vers. 27): “Y ahora, ¿dónde están nuestros méritos? Fueron echados fuera. ¿Quién los echó? ¿La Ley que pedía obras? No, otra ley, que es la fe. Nosotros decimos esto: la persona es reformada y hecha justa por la fe, y no por el cumplimiento de la Ley.”

viernes, 27 de septiembre de 2013

Capítulo IX: El cristiano no se fundamenta del viejo pacto, sino del nuevo testamento

Vivir bajo la ley:
La Ley es el "Hacer" y el "No hacer" del comportamiento moral. Dios dio la Ley de modo que la gente tuviese una guía para vivir y una norma por la cual pudiesen reconocer su propia pecaminosidad y la pureza de Dios. Hay 613 mandamientos en el Antiguo Testamento los cuales supervisan el comportamiento moral, judicial y religioso.
La Ley refleja el carácter de Dios, porque proviene del mismo corazón de Dios. la Biblia dice que de la abundancia del corazón habla la boca (Mt 12:34). Cuando Dios dio la ley, estaba hablando desde la abundancia de Su corazón, hablando de lo que estaba en él. Por tanto, la ley es buena, pura, justa y santa. Está mal mentir, porque mentir es contrario a la naturaleza de Dios. Está mal robar, porque robar es contrario a la naturaleza de Dios.
Viniendo de donde viene, del mismo corazón de Dios y habiendo sido dada a los hombres, esta ley es una norma para la conducta humana; una norma perfecta. Porque la ley es perfecta y nosotros no lo somos, es imposible que sea cumplida por personas pecaminosas. Fue por esta razón que la ley se convirtió en una piedra de tropiezo, en un obstáculo para el hombre ya que es una norma perfecta e inalcanzable. Así, la ley trae lo opuesto de aquello que exige.
La ley demanda el ser perfecto pero también le demuestra que usted no lo es. Dice que hay que ser santo pero le condena cuando usted no lo es. Ya que es imposible cumplir con la ley y ganar así nuestro lugar delante de Dios, necesitamos que la santidad de Dios nos sea dada; simplemente porque no hay forma en que por nosotros mismos estemos a la altura de Dios. Es decir que la ley nos muestra que no podemos alcanzar a Dios por medio de lo que nosotros hacemos. Necesitamos de la gracia de Dios que se halla en Cristo Jesús y se manifestó en su sacrificio.
Veamos que dice la biblia en la carta a los Romanos (Cap. 3, Vers. 19): “Pero sabemos que todo lo que dice la Escritura está dicho para el mismo pueblo que recibió la Ley. Que todos, pues, se callen y el mundo entero se reconozca culpable ante Dios.”
También dice en la misma carta a los Romanos (Cap. 7, Vers. 7):¿Qué significa esto? ¿Que la Ley es pecado? De ninguna manera. Pero yo no habría conocido el pecado si no fuera por la Ley. Yo no tendría conciencia de lo que es codiciar si la Ley no me hubiera dicho: «No codiciarás».
Dios envió a su unigénito porque quería que la humanidad se salvara y bajo la ley, esto era cosa imposible, veamos la carta a los Gálatas (Cap. 3, Vers. 10): “Por el contrario, pesa una maldición sobre todos los que se van a las observancias, pues está escrito: Maldito el que no cumple siempre todo lo que está escrito en la Ley.
En la carta a los Gálatas (Cap. 3, Vers. 10), vemos porqué Jesús fue enviado a este mundo: “Pero, cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, que nació de mujer y fue sometido a la Ley, con el fin de rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que así recibiéramos nuestros derechos como hijos.
Yo sé que los principios morales de Dios no cambian, ni se abrogan, pero estos principios de la moral divina, no fueron patrimonio exclusivo del pueblo judío. El “privilegio” del pueblo judío fue que Dios les dio una ley donde estos principios estaban escritos, pero el resto de los pueblos de la tierra tenían estos elementos de moral grabados en la conciencia, desde la creación. 
Veamos que dice la biblia en la carta a los Romanos (Cap. 2, Vers. 14 y 15): Cuando los paganos, que no tienen ley, cumplen naturalmente lo que manda la Ley, están escribiendo ellos mismos esa ley que no tienen, y así demuestran que las exigencias de la Ley están grabadas en sus corazones. Serán juzgados por su propia conciencia, y los acusará o los aprobará su propia razón

Tenemos un nuevo pacto con Dios:
La relevancia de la Ley Levítica para los cristianos ha sido tal vez el tema más debatido que confrontó la iglesia del primer siglo. El tema fue claramente establecido en ese tiempo, durante el primer concilio de la iglesia en Jerusalén. Y aun todavía, algunos cristianos en el día de hoy, no están claros en cómo ellos están obligados a observar y cumplir todos los requisitos de la Ley Mosaica, como se encuentra delineada en la páginas del Pentateuco, los primeros cinco libros del Antiguo Testamento.
Sin embargo, Dios no nos ha dejado sin respuesta con relación a este tema, sino que nos ha delineado en las páginas de la Escritura la función expresa de su ley y su relación con el cristiano.
Los primeros cristianos fueron judíos, quienes predominaban la iglesia en sus primeras etapas de desarrollo. Estos creyentes judíos mesiánicos del primer siglo, no olvidaron inicialmente su observancia a la ley de Dios, sino más bien la continuaron como fue la costumbre de ellos desde los días de su juventud.
La pregunta de la relevancia de la ley mosaica para los cristianos se levantó cuando Dios empezó a agregar gentiles creyentes a la iglesia de Cristo. En el libro de los Hechos de los Apóstoles (Cap. 10) Dios dirigió a un centurión gentil (temeroso de Dios) llamado Cornelio a buscar al apóstol Pedro. En consecuencia, Dios le reveló su voluntad al apóstol en una visión muy perturbadora, la cual, llevó a Pedro a proclamar el evangelio delante de Cornelio y todos sus amigos más cercanos y familiares. Esto dio como resultado, la dramática conversión de estas personas al cristianismo.
En la medida en que el Señor empezó a levantar al apóstol Pablo usándolo poderosamente para su gloria, esto trajo como consecuencia la conversión de más gentiles. Esta gran afluencia de creyentes a la iglesia primitiva atrajo mucho la atención al tema de la relevancia de la ley mosaica para los cristianos. Del libro de los Hechos de los Apóstoles (Cap. 15, Vers. 5 al 12),  encontramos: “Pero se levantaron algunos del grupo de los fariseos que habían abrazado la fe, y dijeron: «Es necesario circuncidar a los no judíos y pedirles que observen la ley de Moisés.»
Entonces los apóstoles y los presbíteros se reunieron para tratar este asunto. Después de una acalorada discusión, Pedro se puso en pie y dijo: «Hermanos: ustedes saben cómo Dios intervino en medio de ustedes ya en los primeros días, cuando quiso que los paganos escucharan de mi boca el anuncio del evangelio y abrazaran la fe. Y Dios, que conoce los corazones, se declaró a favor de ellos, al comunicarles el Espíritu Santo igual que a nosotros.
No ha hecho ninguna distinción entre nosotros y ellos, sino que purificó sus corazones por medio de la fe. ¿Quieren ustedes mandar a Dios ahora? ¿Por qué quieren poner sobre el cuello de los discípulos un yugo que nuestros padres no fueron capaces de soportar, ni tampoco nosotros? Según nuestra fe, la gracia del Señor Jesús es la que nos salva, del mismo modo que a ellos
Toda la asamblea guardó silencio y escucharon a Bernabé y a Pablo, que contaron las señales milagrosas y prodigios que Dios había realizado entre los paganos a través de ellos.”
Este episodio bíblico nos indica que la ley de Moisés es insignificante para la salvación del hombre si la comparamos con la promesa que hizo nuestro señor Jesús en su nuevo pacto:
Veamos el evangelio de San Juan (Cap. 14, Vers. 15 al 21): Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos, y yo rogaré al Padre y les dará otro Protector que permanecerá siempre con ustedes, el Espíritu de Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes lo conocen, porque está con ustedes y permanecerá en ustedes. No los dejaré huérfanos, sino que volveré a ustedes.
Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes me verán, porque yo vivo y ustedes también vivirán. Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre y ustedes están en mí y yo en ustedes. El que guarda mis mandamientos después de recibirlos, ése es el que me ama. El que me ama a mí será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él.»
Y es que Jesús mismo dejó claro que la ley nos acusa mientras la Fe nos salva. Veamos el evangelio de San Juan (Cap. 5, Vers. 45): “No piensen que seré yo quien los acuse ante el Padre. Es Moisés quien los acusa, aquel mismo en quien ustedes confían.” Si nos detenemos a leer bien la biblia veremos que Jesús cumplió lo moral de la ley, pero no se sometió a lo protocolar (recuerden la curación en día sábado).

¿Cómo sabemos que Dios hizo un pacto nuevo con los hombres?
Como todo el que lee la biblia ha de conocer: Yavé liberó al pueblo de Israel, quien había permanecido esclavo por años en Egipto. Tras esa liberación, cuyo instrumento de Dios fue Moisés, se estableció el pacto o alianza de la ley mosaica con el pueblo de Israel.
También es sabido que cada pacto se sellaba con sacrificios o sangre derramada por una víctima para el perdón del pueblo que recibiría la alianza.
Veamos el libro del Éxodo (Cap. 24, Vers. 5 al 8): “Luego mandó algunos jóvenes para que ofrecieran víctimas consumidas por el fuego y sacrificaran novillos como sacrificios de comunión. Moisés tomó la mitad de la sangre y la echó en vasijas; con la otra mitad roció el altar.
Después tomó el libro de la Alianza y lo leyó en presencia del pueblo. Respondieron: «Obedeceremos a Yavé y haremos todo lo que él pide.»
Entonces Moisés tomó la sangre con la que roció el pueblo, diciendo: «Esta es la sangre de la Alianza que Yavé ha hecho con ustedes, conforme a todos estos compromisos.»”
Cuando Yavé vio que el hombre era demasiado débil para cumplir con el pacto decidió romper ese pacto por medio de un pacto nuevo y menos exigente.
Podemos verlo en Jeremías (Cap. 31, Vers. 31 al 33):Ya llega el día -dice Yavé, en que yo pactaré con el pueblo de Israel (y con el de Judá) una nueva alianza. No será como esa alianza que pacté con sus padres, cuando los tomé de la mano, sacándolos de Egipto. Pues ellos quebraron la alianza, siendo que yo era su Señor.
Esta es la alianza que yo pactaré con Israel en los días que están por llegar, dice Yavé: pondré mi ley en su interior, la escribiré en sus corazones, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.”
Esta nueva alianza surge porque ningún hombre era capaz de cumplir con las leyes que Yavé puso en manos de Moisés, pues sólo Dios es perfecto e infalible.
Veamos la carta a los Romanos (Cap. 3, Vers. 11 al 19): No hay nadie bueno, ni siquiera uno. No hay ninguno sensato, nadie que busque a Dios. Todos se han extraviado, ya no sirven para nada. No hay quien obre el bien, ni siquiera uno.
Su garganta es un sepulcro abierto, y con su lengua urden engaños. Sus labios esconden veneno de serpiente y su boca está llena de maldiciones y amargura.
Corren a donde puedan derramar sangre. Detrás de ellos dejan ruina y miseria. No conocen el camino de la paz, el temor de Dios es lo que menos recuerdan.
Pero sabemos que todo lo que dice la Escritura está dicho para el mismo pueblo que recibió la Ley. Que todos, pues, se callen y el mundo entero se reconozca culpable ante Dios.”
Como Dios no quiere que ninguno se pierda sino que obtenga el privilegio de la salvación, ideó una nueva alianza basada en la Fe del sacrificio de nuestro señor Jesús.
Seguimos en la misma carta a los Romanos (Cap. 3, Vers. 24 al 27): “Pero todos son reformados y hechos justos gratuitamente y por pura bondad, mediante la redención realizada en Cristo Jesús. Dios lo puso como la víctima cuya sangre nos consigue el perdón, y esto es obra de fe.
Así demuestra Dios cómo nos hace justos, perdonando los pecados del pasado que había soportado en aquel tiempo; y demuestra también cómo nos reforma en el tiempo presente: él, que es justo, nos hace justos y santos por la fe propia de Jesús.
Y ahora, ¿dónde están nuestros méritos? Fueron echados fuera. ¿Quién los echó? ¿La Ley que pedía obras? No, otra ley, que es la fe. Nosotros decimos esto: la persona es reformada y hecha justa por la fe, y no por el cumplimiento de la Ley.”
A propósito de leyes y mandamientos, Jesús también modificó y simplificó los diez mandamientos de Moisés en sólo dos: Ver evangelio de San Juan (Cap. 13, Vers. 34): “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado.”
Así como en el evangelio de San Mateo (Cap. 22, Vers. 34 al 40), encontramos: Cuando los fariseos supieron que Jesús había hecho callar a los saduceos, se juntaron en torno a él. Uno de ellos, que era maestro de la Ley, trató de ponerlo a prueba con esta pregunta:
«Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley?».
Jesús le dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el gran mandamiento, el primero. Pero hay otro muy parecido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Toda la Ley y los Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos.»”

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Capítulo VII: La Iglesia fundada por Jesús.

Pruebas bíblicas e históricas
Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre dio su vida en la Cruz para salvar a los hombres del pecado y del poder del demonio. Fundó su Iglesia para continuar su obra de salvación. Única y exclusivamente a esta Iglesia que El mismo fundó, confió su misión, su Evangelio, su autoridad y sus poderes divinos para predicar, bautizar, hablar en su nombre y salvar a los hombres. Sin embargo, dieciséis siglos después de Cristo, Martín Lutero, un sacerdote católico excomulgado, inventó la teoría de la libre interpretación de la Biblia. Este libre examen produjo unas 36,000 sectas diferentes y opuestas, que sin ningún derecho se apropiaron del Evangelio, utilizándolo contra la legítima Iglesia. Para hacerse aceptar, todas estas sectas pretenden ser de Jesucristo.
Hoy en día muchos fundan "su iglesia" y "predican la Biblia" a su modo, haciendo "discípulos" y sembrando confusión y división entre los católicos ignorantes. ¿Sería fruto del Espíritu Santo de Cristo todo esto? ¿Reconoce Cristo a estas 36,000 “iglesias” como suyas o las rechaza puesto que él no las fundó y a nadie dio autoridad para fundarlas? Frente a la confusión y desorientación provocadas por las sectas y los falsos profetas, para no dejarse engañar y perderse eternamente. Ver el evangelio de San Mateo (Cap. 7, Vers. 15, 22 y 23): “Cuídense de los falsos profetas: se presentan ante ustedes con piel de ovejas, pero por dentro son lobos feroces. Aquel día muchos me dirán: ¡Señor, Señor! Hemos hablado en tu nombre, y en tu nombre hemos expulsado demonios y realizado muchos milagros. Entonces yo les diré claramente: Nunca les conocí. ¡Aléjense de mí, ustedes que hacen el mal!”
¿Cómo saber con certeza cuál es la verdadera Iglesia que Cristo fundó? Este asunto necesita de reflexión, muy buena voluntad y humildad.

Cristo Fundó la Iglesia Católica
Toda persona apegada a la lógica y cree en lo que dice la Biblia y quiere hacer la voluntad de Dios, debería aceptar los nueve principios siguientes:
1ro. Cristo no escribió una Biblia, sino que fundó una Iglesia: formó hombres y los mandó a hablar y actuar en su Nombre:
Mateo (Cap. 16, Vers. 18 y 19): “Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo.»
Juan (Cap. 20, Vers. 19 al 23): Ese mismo día, el primero después del sábado, los discípulos estaban reunidos por la tarde, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se puso de pie en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor. Jesús les volvió a decir: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envío a mí, así los envío yo también.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo: a quienes descarguen de sus pecados, serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos.»
Mateo (Cap. 28, Vers. 19 y 20): Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia.»”
2ª de Timoteo (Cap. 2, Ver. 2): “Cuanto has aprendido de mí, confirmado por numerosos testigos, confíalo a personas que merezcan confianza y que puedan instruir después a otros.”
Lucas (Cap. 10, Vers. 16): Quien les escucha a ustedes, me escucha a mí; quien les rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.»”
2do. La Iglesia que Cristo fundó debe necesariamente tener 21 siglos de existencia, puesto que Cristo vivió hace más de 2,000 años en esta tierra.
3ro. Únicamente la Iglesia que tiene 21 siglos es la Iglesia fundada por Cristo; es la iglesia legítima, la que escribió la Biblia, la que recibió el Espíritu Santo, la que trasciende desde los apóstoles hasta nuestros días.
4to. Ahora bien, la historia nos dice que la Iglesia Católica, es decir, la Iglesia cristiana universal, es la única Iglesia que tiene 21 siglos, y que esta misma Iglesia viene de los Apóstoles, a través de sus legítimos sucesores. Desde San Pedro, martirizado en el año 67 en Roma por el emperador romano Nerón, hasta el Papa Francisco I, esta Iglesia tiene un jefe representante de Cristo en la tierra y sucesor legítimo de San Pedro, ahora llamado Papa.
5to. Únicamente la Iglesia Católica y Apostólica, que ha tenido 266 Papas, puede proporcionarnos una lista de sus jefes, desde San Pedro hasta el Papa actual (Año 2013).
Ninguna otra “iglesia” puede ofrecernos esta lista de la sucesión apostólica; si no puede mostrarnos esta sucesión en cadena, significa que fue fundada después; y si fue fundada después, no es una “iglesia” legítima, ni verdadera ni bíblica; no puede ser obra de Cristo, esta secta fundada por supuestos profetas, no puede predicar correcta y legítimamente el Evangelio, ni santificar, ni salvar, aunque afirme a la ligera ser de Cristo.
Veamos la 2ª de Pedro (Cap. 2, Vers. 1 al 3): “Así como hubo falsos profetas en el pueblo de Israel, también entre ustedes habrá falsos maestros. Introducirán novedades dañinas, pero sin tardar se perderán por renegar del Maestro que los rescató. Muchos imitarán sus vicios, y por su culpa será desprestigiado el camino de la verdad. Los inspirará el amor al dinero, y se aprovecharán de ustedes con palabras engañosas. Pero ya fue dictada su condenación, y su destrucción es inminente.
Estas sectas son un instrumento de perdición que confunde la gente, ya que Cristo en el evangelio de San Mateo (Cap. 24, Vers. 11 al 13) afirma que: “Aparecerán falsos profetas, que engañarán a mucha gente, y tanta será la maldad, que el amor se enfriará en muchos. Pero el que se mantenga firme hasta el fin, ése se salvará.”  El que abandona la iglesia fundada por Cristo para seguir una secta fundada por hombre ya ha perdido la firmeza de la cual habla Jesús en esta cita bíblica.
6to. Cristo, por ser Dios, no puede equivocarse ni engañarnos: prometió a sus Apóstoles y a sus sucesores que estaría con ellos hasta el fin del mundo y que las fuerzas del mal no podrían prevalecer contra su Iglesia (Mateo 28, 17-19; 16, 18) Por consiguiente, pretender que la Iglesia verdadera se acabó en el siglo cuarto y que el emperador Constantino "fundó la Iglesia Católica" es antibíblico y antihistórico; es una afirmación indigna de un hombre sensato.
7mo. Los que inventan supuestas “iglesias” desobedecen a Cristo y a sus legítimos representantes a quienes les dijo: en Lucas (Cap. 10, Vers. 16): Quien les escucha a ustedes, me escucha a mí; quien les rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.»”
8vo. Iglesia Católica y Biblia son inseparables. Rechazar la Iglesia Católica y Apostólica y servirse de la Biblia, que esta misma Iglesia nos transmitió durante dieciséis siglos, es algo ilógico. Cristo por ser Dios, es sabio y prudente, no dejó la Biblia como una manzana de la discordia entre sus discípulos. Fundó una Iglesia, dejó un representante, que fue San Pedro y sus legítimos sucesores, para predicar, interpretar y defender su Evangelio.
Véase la 2ª de Pedro (Cap. 1, Vers. 20): Sépanlo bien: ninguna profecía de la Escritura puede ser interpretada por cuenta propia,” También la carta a los Gálatas (Cap. 1, Vers. 6 y 7) habla sobre el tema: Me sorprende que ustedes abandonen tan pronto a Aquel que según la gracia de Cristo los llamó, y se pasen a otro evangelio. Pero no hay otro; solamente hay personas que tratan de dar vuelta al Evangelio de Cristo y siembran confusión entre ustedes.”
La Biblia en manos de los fundadores de sectas, no puede defenderse, no tiene boca para desmentir las falsas interpretaciones e injustas acusaciones.
9no. La Iglesia verdadera necesariamente es UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA. Debe tener 2,000 años o más; debe tener la misma fe, la misma moral, la misma autoridad mediante la legítima sucesión apostólica y la misma enseñanza, desde Cristo hasta hoy. Ahora bien, aparte de la Iglesia Católica, ninguna de las 36,000 “iglesias” protestantes cumple con estas condiciones.

La Iglesia debe ser católica y apostólica
San Pedro, después de haber declarado que Cristo es el Hijo de Dios vivo, recibe del propio Cristo esta respuesta: Mateo (Cap. 16, Vers. 18 y 19): “Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo.»
Nuestro Señor dice mi Iglesia, no dice mis iglesias. Aunque la Iglesia esté en el mundo entero, es una. Jamás de los jamases nuestro Señor habla de varias iglesias. Al contrario, nos advierte de no dejarnos engañar y extraviar por supuestos profetas que hacen su negocio con la Biblia.
Así como Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres como dice la 1ª  carta de Timoteo (Cap. 2, Vers. 5): “Dios es único, y único también es el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre,”  así la Iglesia Católica es la única Iglesia que conduce a Jesucristo, puesto que ella sola fue fundada por Él, para continuar su obra. Ella sola recibió al Espíritu Santo y la promesa de ser asistida por Él hasta el fin del mundo.
Veamos Hechos de los apóstoles (Cap. 1, Ver. 8): Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo cuando venga sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los extremos de la tierra.»Y el evangelio de San Mateo (Cap. 28, Vers. 20): “y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia”
Cristo, Pontífice y Sacerdote supremo del Nuevo Testamento, formó a los Apóstoles y les comunicó sus poderes. Los Apóstoles que son los enviados y depositarios exclusivos de la autoridad de Cristo, antes de morir dejaron sucesores legítimos, esto es, formaron otros presbíteros y obispos, a quienes dieron el poder y la misión de predicar conforme la Fe que ellos recibieron, predicaron y transmitieron.
Desde el siglo I hasta el XXI, siempre la Iglesia Católica tuvo sacerdotes, obispos y papas. Ella sola tiene esta sucesión apostólica legítima. Los presbíteros son los sacerdotes. El mismo San Pablo dice a los fieles de la ciudad de Corinto, en 1ª de Corintios (Cap. 11, Vers. 2): “Les alabo porque me son fieles en todo y conservan las tradiciones tal como yo se las he transmitido.Y en 2ª de Tesalonicenses (Cap. 2, Vers. 15): Por lo tanto, hermanos, manténganse firmes y guarden fielmente las tradiciones que les enseñamos de palabra o por carta. 
Una secta que nació 2,000 años después no ha visto nada, no recibió nada, no escuchó nada, no tiene ninguna tradición apostólica, por tanto no puede testificar sobre lo que no ha vivido. La palabra tradición viene del latín que  significa "transmisión" y (en nuestro caso) "entrega" del mensaje de Cristo, comunicado oralmente o por escrito.
Por ejemplo por la Tradición sabemos que hay cuatro evangelios canónicos. En la Iglesia Católica, los fieles con sus presbíteros observaron lo que fue transmitido, y ellos lo transmitieron, bajo la vigilancia de los obispos, a la generación siguiente; así fue desde el 1er siglo hasta hoy.
La más antigua secta protestante fue fundada por Martín Lutero, 1521 años después de Cristo. Ahora bien, los protestantes, que nacieron dieciséis siglos después de los Apóstoles, nunca los conocieron ni los escucharon ni recibieron una Biblia de ellos. De ninguna manera pueden saber la correcta interpretación de la Biblia, que es el libro Sagrado de la Iglesia Católica y Apostólica.
Toda interpretación de la Biblia que contradice la Fe católica y apostólica de 2,000 años es un evangelio distinto. Todas las sectas, incluso las "evangélicas" predican por desgracia un evangelio diferente del que predicaron los Apóstoles y sus legítimos sucesores.
Las palabras Iglesia y Católica vienen del griego y significan la asamblea universal de todos los fieles cristianos. Decir católico y decir cristiano es la misma cosa. "La iglesia, dijo San Agustín, es el pueblo cristiano esparcido por toda la redondez de la tierra". Desde el año 107, San Ignacio mártir, segundo Obispo de Antioquia de Siria, después de San Pedro, utilizó el término Iglesia Católica.
Los rusos y griegos "ortodoxos", por ejemplo, se separaron de la Iglesia Católica en el año 1054. Los protestantes y los evangélicos empezaron con Martín Lutero a partir de 1521. Los anglicanos fueron fundados en 1534 por el rey de Inglaterra, Enrique VIII, porque el Papa no le permitió divorciarse. Todas las demás sectas nacieron de la revolución luterana. Los Testigos de Jehová fueron fundados en Estados Unidos en 1871 por Charles Taze Russell; los Mormones en 1830 por Joseph Smith; los de la supuesta "Luz del mundo" en 1926 por Eusebio Joaquín González, en México. Los que se llaman "cristianos" son protestantes disfrazados. De todas estas sectas, ninguna tiene veintiún siglos, ninguna viene de los Apóstoles. Ahora bien, si Cristo no las fundó ¿Qué garantía de veracidad y legitimidad pueden tener? Absolutamente ninguna. Al contrario, la Biblia, la historia, el sentido común y la justicia las condenan como usurpadoras de misión y función como sostiene la biblia en Jeremías (Cap. 23, Vers. 21 al 25): Yo no mandé a estos profetas ¡y vinieron corriendo! Tampoco les hablé y se pusieron a profetizar. ¿Acaso asistieron a alguna reunión conmigo? ¡Entonces, que transmitan mis palabras a mi pueblo, que lo hagan volverse de su mal camino y de sus obras perversas!
 ¿Soy yo un Dios sólo de cerca?, dice Yavé, ¿no soy Dios también de lejos? ¿O puede un hombre ocultarse en un escondite sin que yo lo vea?, dice Yavé. El cielo y la tierra, ¿no los lleno yo?, dice Yavé. 
Me he puesto a escuchar lo que dicen los profetas que profetizan en mi nombre falsamente; sus palabras son: «¡He tenido un sueño, he tenido un sueño!»”

En la crisis actual muchos de buena fe siguen a las sectas, pero pensando estudiar la Biblia pierden la verdadera fe cristiana. Se separaron de la Iglesia de Cristo para seguir ilegítimas que no tienen la auténtica interpretación de la Biblia, ni legítimos ministros y que no pueden salvar. La solución es regresar a la Iglesia fundada por Cristo mismo, la que es Una, Santa, Católica y Apostólica.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Capítulo VI: Nuestras imágenes no son Dioses ajenos, por tanto no somos idólatras

Nuestro Dios no es ajeno
Este capítulo surge a raíz de algunas tergiversaciones surgidas en torno a las imágenes de la Iglesia Católica e inicia con las citas bíblicas más utilizadas para argumentar un posible pecado venial como si fuera un pecado mortal (digo posible pecado venial porque no todos los católicos somos conscientes del uso correcto de nuestras imágenes). Aquí podemos observar varios puntos que se prestan a la confusión.
La primera cita es Éxodo (Cap. 20, Vers. 3): “No tendrás otros dioses fuera de mí.
En la frase “No tendrás otros dioses fuera de mi” (otras versiones bíblicas sostienen “No tendrás dioses ajenos delante de mí.”). Si buscamos los antónimos y sinónimos de la palabra Ajeno(s), veremos que Dios se refería a dioses mitológicos y/o extranjeros.
Veamos cuales son los antónimos de la palabra “AJENO”: Propio, Correspondiente,  conocido, local; mientras los sinónimos son: Extraño, forastero, ignorado, impropio.
El éxodo es un libro que se ubica en el antiguo testamento (antiguo pacto de Dios con los hombres) podemos decir que esto no es válido ya que lo convenido en ese pacto quedó anulado por la sangre que Jesús derramó en la cruz por un nuevo pacto (su vida por el perdón de nuestros pecados).
Si no fuese así como lo he planteado, entonces los que no somos judíos estaríamos adorando a un Dios forastero, ignorado, extraño e impropio. Pero como los cristianos católicos (los seguidores de Jesús en el mundo entero) vivimos de acuerdo al nuevo pacto de Jesús, este versículo sólo nos sirve de referencia histórica y no como un mandamiento de Dios. No obstante lo tomaremos en cuenta para las aclaraciones necesarias.
Éxodo (Cap. 20, Vers. 4 y 5): No te harás estatua ni imagen alguna de lo que hay arriba, en el cielo, abajo, en la tierra, y en las aguas debajo de la tierra. No te postres ante esos dioses, ni les sirvas, porque yo, Yavé, tu Dios, soy un Dios celoso. Yo pido cuentas a hijos, nietos y biznietos por la maldad de sus padres que no me quisieron. Pero me muestro favorable hasta mil generaciones con los que me aman y observan mis mandamientos.”
Estos versículos son una muestra del punto aclarado más arriba: Si Dios es celoso y no quería que su pueblo construyera estatuas de ningún tipo, ¿Cómo se puede explicar que ese mismo Dios ordenara, en varias ocasiones, la construcción de templos con Querubines (del cielo) y aves (de la tierra) para adornarlos?
Veamos Éxodo (Cap. 25, Vers. 18): “Así mismo, harás dos querubines de oro macizo, y los pondrás en las extremidades de la cubierta.”
En Éxodo (Cap. 26, Vers. 1): “La Morada tendrá que ser hecha de diez cortinas de lino fino de color jacinto morado y rojo, adornadas con querubines.”
Números (Cap. 21, Vers. 8): “y Yavé le dijo a Moisés: "Hazte una serpiente-ardiente y colócala en un poste. El que haya sido mordido, al verla, sanará".”
También veremos cómo Salomón construye imágenes para adornar el templo de Dios, en 2ª de Crónicas (Cap. 3, Vers. 10 y 14): “En el interior de la sala del Lugar Santísimo hizo los querubines de metal forjado, que revistió de oro. Hizo también la cortina de púrpura violeta, púrpura escarlata, carmesí y lino fino, y en ella hizo poner querubines.”
Entonces ¿Podemos decir que Dios es implacable y que se contradice? Ya dijimos que en el nuevo pacto Dios se muestra como un ser misericordioso y lleno de amor o, por lo menos, ese es el Dios que los cristianos católicos conocemos.
Los antiguos griegos creían en dioses como Zeus, Venus, Poseidón, entre otros. Y el mandato de Dios en Éxodo 20:4 se relacionaba directamente con el becerro de oro que los israelitas construirían al ver que Moisés tardaba en bajar del monte de Sinaí.
Véase Éxodo (Cap. 32, Vers. 8): “Bien pronto se han apartado del camino que yo les había indicado. Se han hecho un ternero de metal fundido y se han postrado ante él. Le han ofrecido sacrificios y han dicho: Israel, aquí están tus dioses que te han sacado de Egipto.»”
Como puede verse aquí, el pueblo de Israel le atribuyó la gloria a un Dios falso y ajeno a su libertad, e hizo que Dios se enfadara. Las imágenes que usa nuestra iglesia católica son como una referencia para mejorar la conexión espiritual durante las oraciones. Sabemos que estas imágenes no pueden hacer milagros, puesto que no son Dios ni tienen poder alguno, pero ellas nos hacen recordar la vida ejemplar de aquellos que han cumplido la voluntad de Dios (los santos o justos).

Tenemos imágenes, no ídolos
Las imágenes e íconos cristianos no fueron prohibidas nunca sino hasta después de la reforma protestante, y no precisamente por los reformadores, sino por los pequeños grupos que surgirían de estas sectas históricas. El primero de todos se llamaba Carlos Tadio, este hombre tuvo por costumbre meterse a los templos católicos para, de una forma violenta, destruir las imágenes de todos los santos, de la Virgen, y aún contra las imágenes de Jesús, en pinturas, esculturas e íconos. El primero en reprenderlo públicamente, no fue un católico, ni siquiera el Papa o algún obispo, sino el mismo Lutero:
Martín Lutero, reformador protestante “Na. Alex. Tom. oito” p. 111… las Imágenes de la Cruz, y de los Santos no están prohibidas. En el Evangelio ni aún las imágenes de Dios están prohibidas. Los cristianos no están obligados a los preceptos de Moisés. Los enemigos de las imágenes son doctores de la ley de Moisés, y no de la de Cristo. Si a los judíos era lícito tener en su moneda las imágenes de los Césares, mucho más lícito es a los cristianos tener en sus templos las imágenes de la Cruz, y de María

¿Qué mentalidad tenía Carlos Tadio, para que Lutero le hiciera una lista de todo lo que ignoraba y así apaciguara su locura de destruir imágenes? La respuesta es muy lógica: pensaba que todas las imágenes eran ídolos. Y esa es la mentalidad que tienen hoy día muchos hermanos separados.
Hay acusaciones muy fanáticas hacia los católicos, nos acusan de adorar ídolos, nos dicen los hermanos separados que todas las imágenes son de Satanás, hay algunos hermanos separados que sí tienen imágenes pero siguen pensando que es idolatría llevarlas en procesión. Pero aunque te parezca en este momento increíble, en verdad te digo que Dios no prohíbe ni una ni otra.
Para algunos hermanos separados, todas las imágenes son ídolos, pues esa mentalidad les ha creado su pastor, para otros, las imágenes son barro y pintura, y hay algunos que sí piensan como los católicos, esto es: Las imágenes no son más que representaciones inanimadas de algo o alguien a quien honramos o adoramos (solo a Dios adoramos), son el adorno de nuestra adoración o veneración, no el motivo de nuestra adoración.
Para comprender mejor el tema vamos a estudiar el significado de las palabras imagen e ídolo:
Ídolo:
Una imagen usada como un objeto de adoración. Un Dios falso. Esta es la manera que el diccionario define un ídolo.
Imagen:
Es una reproducción  o representación de la forma de una persona o un objeto. Duplicado óptico, complemento, u otra reproducción representativa de un objeto, especialmente una reproducción óptica de un objeto producida por lentes o un espejo. Puede ser una estatua, icono, o hasta una foto. Esto es lo que el diccionario dice de una imagen.
Como pueden ver hay una gran diferencia entre una imagen y un ídolo. Dios no prohíbe las imágenes en la biblia, más bien prohíbe los ídolos. La simple lógica nos dice que Dios no puede mandar a prohibir una cosa y, a la vez, mandarla a hacer.
Como vimos en Éxodo (Cap. 20, Vers. 3): “No tendrás otros dioses fuera de mí.” Y más adelante, en Números (Cap. 21, Vers. 8): “y Yavé le dijo a Moisés: "Hazte una serpiente-ardiente y colócala en un poste. El que haya sido mordido, al verla, sanará".”  Y en Éxodo (Cap. 25, Vers. 18): “Así mismo, harás dos querubines de oro macizo, y los pondrás en las extremidades de la cubierta.”
El que es temeroso de Dios sabe que éste no se contradice, pues lo que se nos prohíbe son los ídolos, no las imágenes.
He conocido personas muy detractoras de la Iglesia católica en cuanto a la idolatría sin embargo practican una idolatría inconsciente. Es preferible tener una imagen de la virgen María que tener una imagen de Yiye Avila (un simple mortal adorado por muchos hermanos separados). Y es que la idolatría es aquella práctica que ostenta robarle el primer lugar a Dios: Cuando no vamos a la iglesia por otros intereses de este mundo estamos muy cerca de la idolatría. Cuando creemos que un bien material vale más que el prójimo o hasta más que nuestras vidas estamos en plena idolatría.
Si Dios estuviera en contra de las imágenes jamás hubiera hecho al hombre como una representación suya. Véase el libro del Génesis (Cap. 1, Vers. 26): “Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que tenga autoridad sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre los animales del campo, las fieras salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo.»
El efecto de las imágenes es tan fructífero que hasta los que las malinterpretan como idolatría se enfocan en el personaje que las mismas representan: Por ejemplo, es evidente conocer lo que se piensa cuando mostramos la imagen siguiente:

 Es inevitable que, a través de esta imagen, nos remontemos a la escena en que Jesús entregó su vida por el perdón de nuestros pecados: Unos piensan que esta es una representación de la escena y otros alegan que ese personaje no representa al verdadero Jesús porque se trata de un “musú” (muñeco) que no se corresponde con los rasgos físicos del mesías y que los católicos lo colocamos en el lugar que le toca al Dios celoso.
Sobre las imágenes de Dios, hay quienes afirman que a éste nadie le ha visto, por tanto, esas imágenes son falsas pero veamos el evangelio de San Juan (Cap. 14, Vers. 9): Jesús le respondió: «Hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces, Felipe? El que me ve a mí ve al Padre. ¿Cómo es que dices: Muéstranos al Padre? Y en Colosenses (Cap. 1, Vers. 15): “Él es la imagen del Dios que no se puede ver, y para toda criatura es el Primogénito,
Aunque, en realidad, lo que nuestras imágenes buscan no es hacer visible a Dios por medio de ellas sino hacer reflexionar al mundo, reviviendo las escenas y personajes bíblicos e históricos que nos puedan fortalecer para que nuestras vidas sean agradables a Dios.

Por ejemplo, un padre de la patria de cualquier nación, es recordado por sus valores y principios patrióticos y hasta se esculpen y tallan estatuas para honrar su labor y recordarle de generación en generación. ¿A caso algún ciudadano es tan ingenuo como para pensar que esa estatua es el padre de la patria en persona? Claro que no, esa estatua es sólo una representación suya. Así es que los católicos concebimos nuestras imágenes, como representaciones para recordar lo que vale la pena, no como dioses falsos ni ajenos.